" ¡Si uno conociera lo que tiene, con tanta claridad como conoce lo que le falta!." (Mario Benedetti)
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Sabes cómo es el galgo?. Quieres adoptar o ser casa de acogida pero no tienes información acerca de esta raza?. ¿Necesitas crear su fondo de armario, ropa, collares, chapas? ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre estos patilargos?
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miércoles, 11 de marzo de 2015

CAMPO A TRAVÉS. (Qué corto viaje...!)

Corto, intenso, pero sobre todo feliz, muy feliz fue el viaje por la vida, de Esther y Champi. Corto..., porque cuando amamos, el tiempo parece correr como un galgo...Intenso, porque tanto amor, tan bello, todos los días, es un privilegio del que pocos afortunados disfrutan.
Feliz, muy feliz. Porque sólo había que ver sus rostros, tal para cual, pura ternura, y paz...

Nuestra Amiga, camarada, entrañable compañera, Esther, está atravesando un delicado momento; nadie mejor que ella para transmitirnos su dolor, dolor que queremos compartir aqui, aunque solo sirviera para reconfortar un poquito su pena, intentar transformarla en una sonrisa... la sonrisa con la que se despiden los amigos, esa sonrisa capaz de iluminar la sombra de cualquier tristeza...
Nuestro abrazo, Esther, y nuestro corazón, contigo siempre
-PatiGalgos-




CAMPO A TRAVÉS...
A Champi no le gustaban los juguetes.
Cuando llegó a casa le faltaban dos meses para cumplir los cuatro años. Sospecho que hay cosas que tienen una edad, y la época de cachorro de Champi no debió ser de esas en las que tu familia te lanza pelotas de tenis… Miraba desde su atalaya a aquellos dos adolescentes que tiraban fieramente cada uno de una parte de una soga anudada como quien ve llover. La sola idea de salir corriendo tras una bola de color chillón le provocaba un bostezo.
A Champi tampoco le gustaban las peleas.
No con Blakie, que no llevaba muy bien que aquel señorito tan tieso hubiera invadido su espacio, y con quien tuvo un par de encontronazos que se saldaron con puntos en una oreja… Tímidamente aprendió que se trataba de un juego inofensivo, y a veces buscaba a Alma abriendo su largo hocico de cocodrilo disfrazado de galgo, intentando poner cara de malote. No le servía de mucho porque Alma se lo comía rápidamente a besos y lametones, y entonces el juego cambiaba. Peleas de enamorados…
No, a Champi le gustaban las salchichas, el sofá, y acurrucarse junto a mí intentando intercalar sus costillas con las mías lo más posible, apoyar su cabeza en mi regazo y mirarme fijamente con una expresión serena en sus ojos limpios. Así hemos pasado largas horas, impregnando mi ropa con su olor perruno a campo, con mi mano tonta enredándose en sus orejas y su cuello y calentándole la trufa congelada, mientras él se iba quedando dormido.
Pero había algo que hacía que Champi se olvidase de mí, de las salchichas, y del sofá más mullido. Algo que le gustaba más que nada en el mundo.
A Champi lo que de verdad le volvía loco de alegría era correr. Correr en círculos cada vez más grandes, cada vez más veloz, desafiando al viento como una flecha en llamas a la que nadie podía alcanzar. Cuando se cansaba volvía a mí con una sonrisa de oreja a oreja, campeón del mundo, mientras sus pobres competidores, Alma y Blake volvían sin resuello, con las orejas gachas por no haberle alcanzado, a pesar de recortarle y hacer todo tipo de quiebros en su carrera loca. Yo le felicitaba orgullosa de verle triunfante, con los ojos encendidos de vida, corriendo por placer, puro espectáculo, belleza en movimiento.
Buscaba sitios donde pudiera dar rienda suelta a su pasión sin peligro, aunque volver con uno o dos arañazos era algo con lo que había que contar. Piel delicada de galgo rosa y gris, apenas sin pelo. Estudiada y mimada al milímetro, tras cada correría. Qué piel tan querida, mi pequeño Champi...
El día en que te perdí, te alejaste campo a través y traté de alcanzarte. Te llamé a gritos, pero algo más fuerte que yo tiraba de tí hacia arriba, cada vez más arriba, lejos, cada vez más lejos. ¿Se te antojó una estrella como a aquella princesita gentil del cuento? Habría debido atarte corto, galgo caprichoso, aunque quizás eso me habría hecho feliz a mí, pero a ti no, a ti no...

Volviste de tu travesura a mi regazo herido de muerte, pero de pie, con el cuerpo malherido pero la dignidad intacta, tanto que casi no me di cuenta que te escapabas entre mis dedos, hasta que te abracé y sentí tu adiós. Traté de aferrarte, de aguantar tus latidos, pero no pudo ser. Quise que te quedaras cerca, en nuestra casa. Creo que te hubiera gustado, no soportabas estar lejos de nosotros. Tu espíritu de cordobés indomable corre ahora libre de peligros. Feliz. Como siempre quise que fueras.


-Esther Garvín-

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